Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA ARGENTINA



Comentario

El caso de Ulrico Schmidl


La comparación de las fechas dadas por Schmidl con las de los documentos confirmaba este juicio. Las de los documentos, segurísimas, no eran las de Schmidl. Este, por tanto, se equivocaba en forma sistemática. Pues bien: un destacado estudioso paraguayo, matemático, arqueólogo, ingeniero y especialista en malaria, el doctor Vicente Pistillo S., ha podido comprobar que Schmidl no se equivocó en absoluto al darnos las fechas que consigna en su obra23. Utilizaba un calendario diferente al oficial, o sea, al que usamos en la actualidad. Notorio es que en la Edad Media y en tiempos modernos se emplearon, indistintamente, varios calendarios. Las fechas para iniciar el año cristiano eran varias. Había métodos cronológicos nacionales, provinciales y eclesiásticos. Los calendarios Julianos más usados fueron tres: el que empezaba cuando el sol tiene en apariencia su mayor diámetro; el que empezaba el día de la Encarnación, y el que tomaba como principio el día del nacimiento de Cristo. Groussac no ignoró estos hechos, pero no se le ocurrió aplicarlos a Schmidl. Según el primer calendario, Cristo es encarnado el 25 de marzo y nace el 25 de diciembre; según el segundo, Cristo es encarnado el primero de enero y nace el primero de octubre, y, según el tercero, Cristo es encarnado el primero de marzo y nace el primero de enero del año siguiente. Schmidl utilizó el calendario a nativitate. El ingeniero Pistilli S. demuestra que, para comprender la cronología de Schmidl, hay que sumar un año a la fecha oficial y restarle una semana. O sea: una fecha oficial coincidirá con la de Schmidl si se le agregan 358 días. Las fechas de Schmidl difieren de las oficiales en un año menos una semana. La fecha de San Bartolomé, por ejemplo, que se celebra el 24 de agosto, será, según Schmidl, el 17 de agosto, con un año menos de diferencia. El calendario Juliano a nativitate de Schmidl no es, por tanto, el nuestro. Ello explica las diferencias y demuestra que el lansquenete no era tan olvidadizo o ignorante como se suponía24.

Otra observación respecto a Schmidl. Ella sirve para demostrar cómo los historiadores de la conquista del Río de la Plata, tan desdeñados por algunos autores, son, en cambio, dignos de la mayor confianza. Se ha dicho que Schmidl, en tantos años de permanencia en Paraguay, no aprendió a escribir correctamente una sola palabra española. Edmundo Wernicke ha probado, en su traducción, que los supuestos errores ortográficos de Schmidl no son tales. Schmidl utilizaba la letra i para dar el sonido sostenido a la primera sílaba y aun para acentuarla. Así escribía mesaina para decir mesana, cristali para que se leyera cristal, ainta para anta y agais para agás. Del mismo modo empleaba la e muda para que se leyera río cuando escribía rieo. En el idioma alemán, explicó Wernicke, los diptongos ei y ai suenan igualmente ai. Para escribir la palabra española raíz debía hacerlo Reise. Si hubiera escrito raíz se hubiera leído, en su idioma, reiz. Por ello, también, escribía meis z para que se leyera maíz. Si hubiera escrito así esta palabra habría sido leída en alemán maz. El ignorante no era Schmidl. Los ignorantes hemos sido nosotros25.